LaraJames

No sé en qué momento descubrí que las palabras podían acariciar más que las manos. Supongo que siempre lo supe. siempre me encantaba hablar en susurros, lanzar frases con doble filo y observar —desde mi trinchera de aparente inocencia— cómo alguien se estremecía sin entender del todo por qué. Tengo una forma muy particular de disfrutar las conversaciones. No me interesa lo obvio, lo que se dice sin misterio. Me fascina el arte de insinuar, de deslizar una idea envuelta en terciopelo, de dejarte pensando si lo que escuchaste fue real… o simplemente tu imaginación desbordándose. —¿Te gusta que te lo diga así, o prefieres que te lo muestre? —suelo preguntar con voz suave, como si la pregunta fuera completamente inocente. Aunque ni yo misma pretendo que lo sea.

Me gusta ese momento en que alguien no sabe si debe reír, sonrojarse o seguirme el juego. Esa breve pausa incómoda que revela más que cualquier respuesta. Ahí es donde encuentro el placer: en lo no dicho. En lo sugerido. Y sí… juego con mi mirada. A veces me dicen que tengo “ojos de niña buena”, y sonrío. Dejo que lo crean. Pero si supieran lo que ocurre detrás de esta sonrisa serena… No soy explícita, no lo necesito. Prefiero esa tensión suave que crece en el aire cuando entiendes que cada palabra puede tener un doble fondo. No te lo voy a poner fácil. Voy a invitarte a entrar en mi mundo, pero tendrás que ganarte el acceso.

Porque yo no seduzco de frente. Yo provoco, despacito, con la punta de las palabras. Me gusta que sientas que estás caminando por un borde estrecho, que cualquier frase mía puede desestabilizarte… y que no puedas evitar querer más. ¿Inocente? Solo cuando quiero. ¿Peligrosa? Tal vez, si no sabes jugar. ¿Honesta? Siempre. Pero no te confundas: no todo lo que digo significa lo que crees. A veces solo es un juego. Otras veces… no tanto.

A veces me descubro en un equilibrio fascinante: soy delicada y elegante, como una caricia suave que se posa en el aire, pero al mismo tiempo guardo en mí una fuerza salvaje y atrevida que me invita a romper esquemas. No me asusta esa dualidad; al contrario, la abrazo con orgullo, porque me recuerda que puedo ser muchas versiones de mí misma sin perder mi esencia. Me gusta salir sola, regalarme momentos que son únicamente míos. Pasear por la ciudad, perderme en una cafetería desconocida, asistir a una exposición o simplemente caminar sin rumbo me conecta con partes de mí que a veces el ruido del mundo no me deja escuchar. En esas pequeñas aventuras encuentro la oportunidad de observarme desde adentro, de descubrir nuevos matices en mis pensamientos, en mis emociones, en mis deseos. Es en esos instantes de soledad acompañada de mi propia presencia donde más me conozco: a veces soy esa mujer que disfruta de un vino con calma, con la mirada atenta y serena; y otras, soy la que decide arriesgarse, vivir con intensidad, reír fuerte y bailar como si la noche me perteneciera.

Mi cumpleaños fue una experiencia increíble, al rededor de las personas que mas me encantan, un lugar espectacular y la mejor energía que podría desear, quería compartir también con todos ustedes , ya que hacen parte de mi día a día