YukiLewd

Cuando llegué por primera vez a Florencia, me sentí como si hubiera entrado en una pintura.. La suave luz dorada tocó todo, las viejas piedras, los puentes, incluso el aire. Pasé horas caminando por las estrechas calles, siguiendo el olor del pan y el café, escuchando conversaciones en italiano que no entendía, pero de alguna manera me sentía reconfortado por. Visité los Uffizi, miré el Nacimiento de Venus durante demasiado tiempo y comí helado junto al río Arno mientras el sol se ocultaba detrás de los edificios.. Me sentía pequeña e increíblemente viva, como una parte de algo viejo y hermoso.. Fue mi primer sabor de Europa, y me hizo doler el corazón de la mejor manera.

De Florencia, viajé a Praga. El ambiente era diferente, más tranquilo, más frío, más misterioso. Los adoquines parecían más viejos, y los edificios parecían sacados de un cuento de hadas.. Me encantaron las agujas góticas, la forma en que la niebla se enroscó alrededor de ellos en la mañana. Subí al castillo y miré hacia los tejados rojos, preguntándome cuántas vidas se habían desarrollado debajo de ellos. Por la noche, me envolvía en una bufanda y deambulaba por la ciudad, dejándome perder. No estaba solo. Por primera vez en mucho tiempo, simplemente estaba disfrutando de mi propia compañía, observando, respirando y aprendiendo a moverme por el mundo sola..

Eventualmente, me encontré en Riga. No había planeado quedarme mucho tiempo, solo quería ser una parada tranquila entre otros destinos. Pero la ciudad se sentía diferente. Era tranquilo sin ser aburrido, espacioso sin sentirse vacío. El aire era fresco, y todo parecía moverse un poco más lento. Alquilé un pequeño piso en una calle tranquila con una vieja puerta de madera y ventanas que dejan entrar la suave luz del Báltico. La primera mañana, fui al mercado, compré pan fresco y me senté en un banco en un parque del que no sabía el nombre.. Un perro pasó. Entonces un niño. Luego una ráfaga de viento. No fue nada extraordinario, pero sentí que algo cambiaba en mí. Por primera vez en semanas, no estaba tratando de capturar nada. Yo estaba allí.

Los días pasaron así, tranquilos, sencillos, sin presión. Visité museos, me senté en cafés, vi pasar los tranvías. Comencé a dibujar de nuevo, algo que no había hecho en años. Dejé de tratar de documentar cada momento para la memoria y empecé a vivir dentro de ellos en su lugar. Riga no era ruidoso o llamativo, pero me sostuvo de una manera que ninguna otra ciudad había.. Me dio espacio para respirar, para reflexionar, para descansar. Me di cuenta de que viajar no siempre se trataba de perseguir la emoción.. A veces, se trata de encontrar los lugares tranquilos que le permiten escuchar sus propios pensamientos de nuevo.

Ahora, cuando pienso en Europa, no solo me vienen a la mente las catedrales, el arte o la historia, sino también aquella mañana en Riga, cuando todo parecía estar quieto. Ese es el momento que llevo conmigo. Y tal vez, de alguna manera, es la razón por la que salí de casa en primer lugar no para ver el mundo, sino para volver a mí mismo.