Viana69

Ahora mismo me encuentro bajo la sábana, sintiendo una mezcla de emociones que me impiden descansar. La noche es tranquila, pero mis pensamientos están en otro lugar. Recuerdo aquella tarde en la que mi amigo me sorprendió con una invitación inesperada. Me vestí de una manera que me hacía sentir especial: un leotardo que dejaba poco a la imaginación, unos jeans ajustados y unas botas que siempre me encantaron. La combinación me llenaba de confianza. Llegamos a un lugar alejado del bullicio habitual, una cabaña casi vacía que parecía sacada de un sueño. Mientras él revisaba si había luz, yo encontré una cobija en el suelo y decidí hacerme un pequeño espacio. Con cada prenda que me quitaba, una sensación de liberación y emoción me invadía. Cuando él me vio, su reacción fue inmediata. La energía entre nosotros creció, y le pedí que me tocara, que su contacto me llenara de calidez. Su abrazo era fuerte y decidido, y comenzamos a compartir besos que me dejaban sin aliento. Cada caricia me llevaba más lejos, y su atención era justo lo que anhelaba. En medio de aquel momento, le pregunté qué era lo que deseaba, y su respuesta me hizo sonreír. La complicidad creció entre nosotros, y la conexión se volvió palpable. Nos perdimos en una danza de susurros y risas, dejando que la atmósfera nos envolviera. Cada gesto, cada mirada, me llenaba de un fuego que crecía dentro de mí. La intensidad de ese instante se convirtió en un recuerdo que nunca olvidaría, uno que me dejó con ganas de más.