I consider myself a person with an open mind, who enjoys being dominant and in control in various situations. However, I also like to experience the pleasure of handing over control to someone else, which can be very exciting. This duality in my personality is especially reflected in my sensuality when dancing, where I can show my most seductive and passionate side.
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Era un vuelo corto, en una hora y media llegaría a destino, el tiempo no parecía pasar y estaba aburrida. Era de noche y las luces estaban apagadas, pero igual no podía conciliar el sueño. Todos a mi alrededor dormían, y yo pensaba, ¿Cómo es posible? Porque les resulta tan fácil dormir y yo no podía ni mantener los ojos cerrados. Estaba inquieta, ansiosa. No sabría explicar por qué. Y dije ya fue, hay algo que siempre me relaja y voy a poder dormir un ratito antes de llegar, así que disimuladamente metí mi mano dentro de la calza y llegué con mi dedo medio a tocar el encaje de la tanga. Era una de mis tangas preferidas, negra, de esas que te sentís una diosa porno. Y ya podía sentir la humedad de la entrepierna. No era solo el contacto, era la adrenalina de la gente al rededor, del movimiento del avión y cada vez me ponía más cachonda, más excitada. Podía sentir los pezones como se me estaban poniendo cada vez más duros, rozando con la tela del corpiño y generando sumar un poco más a la excitación. No podía controlarme, quería más, sentía mi respiración agitada, escucharme, el miedo a que los demás me escuchen, hacía más excitante todo. Cerraba los ojos y me daba placer, ya había perdido la cordura, no me importaba nada más que llegar a explotar de placer. Cada vez más rápido, un dedo, dos dedos estaba en el cielo, literal, cuando me doy cuenta que había alguien más que estaba gozando como yo, dos asientos de distancia, dos personas de por medio, pero ahí estaba el, mirándome con cara de placer, su mano también estaba dentro de su pantalón y se podía observar su excitación desde donde estaba. Nada más que seguir mirándonos, sin ninguna palabra, sin ningún gesto. Ambos seguimos dándonos placer, mirándonos, y al cabo de unos minutos explotamos en un profundo orgasmo. Se podían escuchar nuestras respiraciones agitadas, ver nuestras caras de gozo. Al cabo de unos minutos se prendieron las luces y el piloto anunciaba nuestra llegada a destino por el altavoz. Con una mirada nos despedimos con picardía, sabiendo que no volveríamos a cruzarnos pero que recordaríamos ese orgasmo en cada vuelo que tomáramos.
Como ya sé hacer masajes tradicionales, relajantes, hice un curso online de masajes holísticos. Se trata de un tipo de masajes que se puede combinar con música o con otras técnicas de relajación como la aromaterapia (con aceites esenciales). Entre los beneficios que se le atribuyen el principal es reducir el estrés y la ansiedad, lo que aumenta el nivel de energía, mejora la concentración y la toma de decisiones. Fueron dos meses intensos, con videos y teleconferencias, y luego vino el examen final, en Córdoba. El mismo consistía en un masaje que yo le debía hacer a una paciente (estaba hermosa pero no me animé a nada), y luego un masaje que recibí yo de unos de los instructores, Marcos. Joven, simpático, muy buena predisposición, me masajeaba el cuerpo con la técnica de las fricciones, suaves círculos con los dedos de las manos, mientras me aplicaba aceites esenciales. Me fue masajeando de abajo hacia arriba, y me fue calentando, llegó a mi cola, anduvo hurgando por ahí. Yo sigo a una sexóloga en Instagram, que dice que recibir sexo anal no lo vuelve a uno gay, tiene la mente amplia, y da permisos, pero no quise que avance, me siento cómodo con que me exciten por la cola, me toquen, me besen, pero sin llegar a una penetración qué se yo, cosas de uno igual me dejó caliente, y pensé cómo aplicar esos masajes en mi ciudad, con una mujer, combinando los relajantes con los holísticos. Así que lo anuncié por las redes, y a los pocos días comencé a recibir clientes así pasaron cuatro mujeres, parecía que les gustaba mi técnica, pero yo no estaba del todo conforme con mi servicio hasta que un día apareció Clara diosa total… por lo general me parecen fantasiosos los relatos donde la protagonista es una belleza, son más creíbles esos donde la mina es común, normal, no anda despertando pasiones por la calle, pero en este caso, debo decir que Clara era casi casi una modelo un cuerpo muy apetecible, unas gomas hermosas, las piernas parecen torneadas, y su ropa interior presagiaba toda la belleza que se escondía debajo de la misma el escote del corpiño dejaba adivinar todo, y su tanga era mínima, apenas tapabas unos milímetros de su cuerpo, en esa zona tan candente como son los genitales y la cola que dicho con lenguaje de la calle, era un culo increíble, incitante, que paraba cualquier pija. Así es que empecé con los masajes relajantes, me dijo que sentía las piernas como entumecidas, que quería que le haga los holísticos para ver qué tal eran, así que comencé a friccionar sus piernas, fui ascendiendo, abriendo lentamente sus piernas, acercándome con mis masajes a su vagina, rotando, prácticamente acariciando su entrepierna, notaba que su respiración se aceleraba, mi dedo húmedo por el aceite comenzó a rozar su cola, haciendo circulitos, metiéndolo luego por completo, y sintiendo como lo que primero parecía cierta resistencia de Clara se tornó en aceptación y disfrute, declarándose vencida, dejando que después de mis dedos vaya mi boca, que supo lamer ese hoyito de manera delicada, haciendo que su calentura crezca, hasta que comenzó a convulsionar, acabando varias veces, gimiendo como descosida, pidiendo luego que la penetre yo me saqué la ropa, ella procedió a chuparme la pija, y lo nuestro se convirtió en un recital pasional, de besos, lamidas, manos que recorrían todo el cuerpo del otro, intensas sensaciones, jadeos interminables. hasta que logré otro orgasmo de ella, mi acabada final dentro de su boca, su expresión de felicidad que me indicaba que estaba relajada, que sus piernas no estaban más entumecidas, y luego el dulce pedido solicitándome un turno para la semana próxima. Ahí entendí que había sido bueno aprender ese tipo de masajes, y que se abría para mí un amplio horizonte de trabajo y placer.
Sabes que lo adoro. Lo sabes. Meterme en la cama y sentir ese calor que emana tu cuerpo en las frías noches de invierno , es un placer para los sentidos. El frío huye de mi en cuanto entro en ese refugio que tu piel caldea. La desnudez se revela al roce de mi cuerpo contra el tuyo. Se siente tan bien al notar tus brazos rodearme desde atrás. Esa “cucharita “ que me hace encajar perfectamente en el hueco que hay entre tu cuerpo y el mío. Beso tu mano mientras me aprieto a ti. Esa mano que hace un rato hacía una pajarita de papel con la servilleta de un bar mientras nos reíamos. Suave, tan caliente como todo tu. La aprieto contra mi pecho. Me siento flotar entre tus brazos. Tu respiración choca contra mi cuello y consigues erizar mi piel. Caliente, pausada. Si, me erizo a su contacto. Un sofoco comienza a recorrerme entera. Encojo mis piernas tratando de amoldarme más, si cabe, a ese cuerpo que me calienta piel y alma. El amor hace cosquillas en el estómago cuando te pegas a mi. Siento contra el final de mi espalda el choque de tu miembro, que aún no muestra interés alguno. Supongo que todo requiere su tiempo. Me acomodo para sentirlo mejor. Tu ya sabes como me excita sentirlo tomar grosor contra mi piel. Cierro los ojos al notarlo, apretado, ajustado contra mis glúteos. Tu glande es mensajero de placeres, su roce hace rodar perlas húmedas en mi. Mi pecho se agita un poco al sentirlo. El roce de tu mano en mi vientre, acariciante, desvela mis sentidos. La acompaño hasta alojarla entre mis pechos. Sé que te gusta sentirlos así. Ahora no hace pajaritas de papel, ahora teje humedades en mis entrañas. Me mezo para encajarme más aún. Te siento engrosar entre mis globos de carne . Tu excitación la noto en el cuello, tu respiración se agita. Adoro sentirte así. Tus dedos se acercan juguetones a mi pezón, ya sabes que te espera. Suspiro. Aprietas dulcemente mi seno en tu palma caliente, te aprietas contra mi. Mi cuerpo reacciona a tu contacto, mi fantasía toma alas al roce de tu piel desnuda. La oscuridad es la cómplice perfecta, el silencio de la noche, el sonido perfecto que no enturbia tu respirar ni el mío. Agitados , en silencio, sin mediar palabra , asistimos al embate del placer que amenaza con invadirnos. Lentamente mis caderas siguen agitadas acompasadamente. Tu miembro toma las medidas precisas para incrustarse entre mis glúteos. Se siente tan caliente. De pronto me asfixia el calor. Bajo las sábanas hasta descubrir mi torso. Puedo ver tu mano aferrada a mi pecho , arrancándome gemidos insonoros pero sentidos. La tomo delicadamente y aprieto contra mi seno. El placer se desborda en mi interior. La empujo hasta el límite de esa prenda molesta que interfiere mis necesidades entre mi vientre y mis muslos. La hago á un lado mientras sigo acompañándo tu mano en mi urgencia. Tu miembro salta contra mi al notar en tus dedos mi vello púbico. Lo acaricia sin decir palabra. Mis piernas siguen cerradas, esperando el momento exacto para darle rienda suelta al placer, el tuyo y el mío. Paciencia amor, paciencia Te quiero sentir despacio. Vuelvo a encajarme contra ti, sentir los latidos de tu miembro encarece el momento. Me dejo llevar. Mi pierna se eleva lo justo como para alentarte en tu búsqueda . Sumiso, invades mi intimidad acelerando más, si cabe, mi respirar. Paso mi mano a mi espalda, necesito sentir en ella ese grosor que amenaza romperme en dos. Se cuela entre mis glúteos hasta alcanzarlo. Lo froto contra mi piel. Obscenamente muerdes mi hombro apremiándome. Tu glande, entre suave y amenazador, resbala entre mis carnes, yo lo hago resbalar entre ellas procurándome placer. Su dureza me eleva sobre el oxígeno que respiramos. Su resbalar húmedo humedece mi entrepierna, tu mano también. Aciertas, a tientas, con mi botón. Se deshace entre tus dedos mientras amenaza con abrirme en canal con sus latidos obscenos. Te dejo resbalar por la comisura que separa mis piernas, la humedad que te acompaña es la invitación a hundirte entre mis pliegues. Mi mano aumenta su hacer. Lo clavo hasta rozar mi esfínter. Una contracción en mi nuca presagia placeres. Sabes que tiemblo al sentirte así, lo sabes y me dejas. Aprieto un poco más. Tu mano también acelera su paso. Mis humedades son ya suficientes como para llevarlo más adelante. Abro mís glúteos con mi mano libre mientras te froto a la entrada de mi gruta. Tu mano vuela a mi pecho para aumentar la tortura. Ya no hay límites ni fronteras. Mi braguita arrollada a un lado no es impedimento. Tu glande se aproxima a mi clitoris y gimo acelerada. Izquierda, derecha, de nuevo izquierda , me regodeo al contacto. Fluyo en descargas eléctricas que facilitan mi éxtasis. Tu respiración acelera al mismo ritmo. No necesito más. Quiero sentir. Mi mano se hace dueña del momento. Tu miembro es el toque perfecto para elevarme al cielo. Lo sacudo contra mis pliegues, su roce me hace casi gritar. Tus manos en mis pechos son el broche de oro que necesito. Aprieto mi cuerpo contra ti. Me viene, lo siento, tu te dejas llevar. Tu calor corre por mi cuerpo. Estallo contra ti, sacudiendo tu miembro contra la intimidad de mi ser. Tus manos ya no hacen pajaritas, bordan encajes de gemidos que aceleran mi corazón. Me rindo. Mi pierna se afloja aprisionándote entre las dos. Sintiendo tú dureza contra mi más íntimo rincón. No. Aún tu estás expectante. Concentrado en mi placer casi olvidas el tuyo propio. Corro en tu ayuda. Aprieto con mi mano el mástil de fuego que ahora reboza transparencias contra mi. Lo agito entre mis pompas jabonosas, lo hundo entre ellas. Una y mil veces, hasta sentirte temblar. Hasta que tu respiración se afana en quemar mi cuello. Tu roce alarga mi placer. Convulsionas, te estremeces. Viertes en mi piel el caliente elemento que elaboraste para mi. Lo siento resbalar. Tus manos parecen crispadas contra mis pechos. Tus dientes se hunden en mi carne apretando lo justo como para hacerme sentir tu placer. Lentamente el silencio se posa a nuestro alrededor. El polvo de amor que levantamos hace unos momentos se asienta contra las sábanas revueltas. Callados, adormecidos, tratando de no romper el contacto. Tu calor vuelve a ser agradable. Vuelvo a apretarme contra ti. Tu contacto estará mañana esperándome de nuevo. Por hoy tenemos suficiente.
Estuvimos conversando previamente por internet las últimas semanas, habíamos hecho match en una de esas apps de citas. Durante algunas madrugadas, y después de un par de fotos y diálogos sucios, coincidieron nuestras ganas de tener un encuentro para conocernos. El siguiente sábado, cerca de medianoche, me buscó en mi departamento, me había entrado un mensaje de texto en el celular que anunciaba la llegada del desconocido en cuestión. Vi por la ventana desde el tercer piso, él esperaba afuera, apoyado en el capó de su goltrend polarizado, hacía algo de tiempo fumando un cigarrillo. Bajé en un instante por las escaleras del edificio para encontrarme frente a él. Era moreno, de piel cálida, grande, mucho más alto que yo, quizás más de un metro ochenta. Tenía el pelo corto y oscuro, pero le crecía un poco rizado. Su perfil era hegemónico, linda nariz y labios carnosos. Dejó de fumar automáticamente cuando me vio, llevaba una remera negra con un pequeño cocodrilo bordado al costado del pecho, y pantalones oscuros de corte recto. Tenía una expresión seria, pero cambiaba rotundamente cuando sonreía al hablarme. Nos presentamos y saludamos con un beso en el cachete. Mi outfit era una remera de los Arctic Monkeys, combinada con una pollera mini que me ceñía bien las caderas y el culo, y unos borcegos negros a juego. Tenía las piernas algo pálidas, resaltando un par de moretones y raspones que tenía en las rodillas, a algunos sádicos les gusta ver ese tipo de heridas en la piel. Subimos al auto y dimos un paseo. Conversábamos de manera fluida de diversos intereses en común mientras él manejaba. Era un gusto charlar con un hombre tan encantador, teníamos el mismo sentido del humor y su inteligencia y perspicacia me resultaban sexys. Los demás detalles del encuentro, aunque agradables, resultan casi triviales, en comparación con los hechos que le siguen, aún más interesantes. Llegamos hasta el dique de la ciudad, era un lugar tranquilo y desolado, con espacios amplios y frondosos, a lo lejos se percibía la frescura del agua. La noche parecía ideal, podíamos admirar las luces de la civilización desde allí, era un buen panorama. Aquel hombre a mi lado, su nombre… No nos llamábamos por nuestros nombres, nunca, sólo nos decíamos “mon cher”, pequeña apreciación en francés que significa “mi querido/a”. A medida que charlábamos dentro del auto, tomó mis piernas y las acomodó sobre las suyas, acarició cada marca y hematoma, apretaba mis muslos y pantorrillas suavemente sin dejar de hablarme, me descalzó para darme masajes en los pies. Sentir sus grandes manos era una delicia, su tacto, su fuerza. Comencé a percibir un leve ardor en la piel, se me aceleró un poco el corazón. Me sonrojé, y se dio cuenta. - ¿Acaso te incomoda sentir mis manos, mon cher? - me preguntó, sin dejar de tocarme. Qué descaro, pensé, cuánta malicia de su parte querer evidenciar el goce que me transmitía su toque. - Sabes que me gusta lo que estás haciendo, hablamos de esto por chat. - dije, algo nerviosa. En realidad, platicamos de muchas cosas indecentes, sobre todo de nuestras preferencias en la intimidad. Él sabía de mis gustos peculiares: el maltrato, la humillación, el sexo duro, anal, vaginal, oral, en síntesis, la sumisión y el masoquismo. Casualmente, compartíamos cierta compatibilidad sexual; él era un auténtico sádico, disfrutaba de humillar y castigar, el dolor ajeno le causaba cierto deleite. En primera instancia, lo que me llamaba la atención de él fue su perfil de dominante. Me sonrojaba con la idea de realizar una felación a su miembro en ese mismo momento, lo anhelaba. Me miraba a los ojos, devoraba mi insignificante ser con esa mirada perversa, de pies a cabeza. Me tomó, agarrándome primero de la cintura, como si fuera una muñeca de trapo, a su antojo, y me colocó de frente, encima de él. Mis latidos eran como los de un colibrí. Pude sentir su deliciosa erección por encima de su pantalón. - Se siente bien estar encima tuyo, grande y fuerte mon cher. Me había comentado que le gustaría que le hablara así, con ese tono de sumisa deseosa, continué con ese rol. Puse mis manos sobre sus hombros, acariciando y tocando su pecho por encima de su ropa, me acerqué para besar su cuello, dulcemente. - Tu aroma me embriaga, hace que te desee más… bésame, por favor. - le susurré al oído mientras aún estaba cerca de su cuello. Me tomó del rostro, apretando levemente mis cachetes, y me besó, apasionado e insaciable, metió su lengua en mi boca, mordía mis labios y dejaba que mordiera los suyos, nuestras respiraciones se aceleraban un poco más entre cada beso. Sus labios encima de los míos recorrían mi cuello y detrás de mis orejas, al percibir mi perfume dejó escapar un suspiro de lujuria.
Estaba ya excitada, sentía húmeda mi ropa interior a causa de tener a aquel hombre tan cerca de mi cuerpo, sus besos y sus manos explorando cada parte de mi me hacían sentir en la dicha, pero sentía mucho calor, quería estar desnuda para él. Ultrajó mi sexo, acariciándolo con la palma de su mano hábil, me apretó y eso agitó aún más mi libido. Me levantó la mini, y me corrió la tanguita con encaje que evidenciaba mi excitación. - Estas muy mojada mon cheeri, noto que disfrutas que te agarre bruscamente de esta pequeña parte tuya, ¿verdad? Dime, quiero que ruegues que te maltrate- dijo, mon cher estaba muy excitado, era como un animal, ansioso por hacerme sufrir. - Mon amour, maltrátame, por favor, hazme sentir tanto dolor que deba rogar que pares, y no me hagas caso si lo hago, quiero disfrutarte hasta el límite. Sentía que mi piel ardía por una cachetada bien puesta, no quería dejar de sentir sus manos encima. Esas exquisitas casualidades, de un hombre dominante con una mujer sumisa. Una suerte tan grande como su miembro, la voluptuosidad a flor de piel. Me pegó una cachetada en la cara tan fuerte que me dejó muda, mientras me agarraba fuerte de la cintura. Mi remera y sostén me fueron despojados. Seguía sentada sobre él, sentía su miembro cada vez más rígido y abultado, estaba ya con el torso desnudo y mis pezones erizados, la cara roja y las manos inquietas por tocarlo. Le acaricié el pecho y el estómago por debajo de su remera. Tan fuerte, un hermoso sádico, quería sentir más de cerca su piel. Dejó de besarme un momento, tomó apenas un poco de distancia y se desabrochó el pantalón. Me dejó jugar un rato con su miembro, me llené la mano de saliva para tocarlo, apretarlo suavemente, de arriba a abajo, tocaba su glande con mis dedos mojados, se me hacía agua la boca por engullir entera esa delicia de entre sus muslos. Mientras observaba lo entretenida que estaba, él me pellizcaba los pezones y golpeaba mis senos, notó que de verdad eso me enloquecía, se me escapaban de vez en cuando unos suspiros y gemidos. Me mordió la piel carnosa que estaba maltratando, dejando marcas de mordidas hasta a la altura de mi escote. Lo miré extasiada y con un dejo de súplica en mi expresión, me sujetó la mirada y comenzó a masturbarme. Con la ropa interior corrida, me apretó bien fuerte y le dio una palmadita firme a mis labios hinchados de deseo, para después jugar con lo mojada que estaba, pasaba toda su mano, lentamente, y con sus dedos acariciaba mi clítoris, dibujaba en círculos por cada parte de mí, en un ir y venir de orgasmos. Aumentaba cada vez la intensidad de sus caricias, me hacía temblar las piernas levemente. Culminó aquel sublime acto introduciendo un dedo en mi culo. A ese punto, apenas podía controlar mis exclamaciones de placer. Con cuidado y cierta gracilidad, me sentó de nuevo en el asiento del copiloto. Se sacó la verga, aquel miembro era de porte y diámetro considerables. Hegemónica, una delicia rígida y toda para mí. Me agarró de los pelos y bajó mi cabeza hacia su entre pierna para que se la chupase. Me obligaba y ahogaba hasta las lágrimas, me llenaba la garganta dejándome sin aire, podía estar toda la noche disfrutando esa agresividad, estaba sumida a su antojo.
Qué curioso, ver cómo ese hombre se excitaba con verme ahí, toda desastrosa, felando su sexo, deseando complacerlo con mi boca, mientras lloraba y me ahogaba, lo disfrutaba tanto... Pude parar bien mi culo para que él me nalgueara fuerte mientras estaba ocupando mi boca, sentía cómo se hacía más grande, cuando más me hacía sufrir. Hinchada de deseo, quería sentirlo hasta el fondo de mis entrañas. Sin quitarme la mini, me sentó encima suyo. Estábamos de frente, me coloqué de cuclillas, abriendo mis piernas y entregándome a mon cher, a que me penetrara por donde él quisiera. Dejé su verga lubricada con mi saliva, yo me había mojado con mis propios jugos. Lentamente, empujó su erección hacia dentro de mis entrañas. Amaba que me doliera tanto, hasta el fondo. Me sujeté de sus hombros como pude, mon cher me sujetaba de las nalgas para que fuese más fácil subir y bajar, comencé a moverme con sentones sobre esa monstruosidad que tenía entre las piernas. Era un ir y venir de aquella danza de mis caderas sobre su pelvis, sus caricias y la vez su agresividad y me tenían a su merced. Me agarró de las muñecas y llevó los brazos detrás de mi espalda, me sujetó así con la fuerza de una mano, y con la otra me daba cachetadas en la cara, acariciaba mis labios y metía sus dedos en mi boca, yo los chupaba, deseosa, me ordenó que no dejara de moverme como la putita obediente que era. Sólo era una puta más en su auto, buscando desesperadamente complacerlo y rogando que la hicieran sentir insignificante, que me llenara los agujeros hasta dejarme satisfecha, era su sumisa esa noche, y se encargó de déjamelo en claro. Cuando me tomó del cuello, dejándome sin aire, aún tenía mis brazos sujetos a la espalda. Era aún más orgásmico cuando me dejaba sin aire. No podía más con tanto placer, miré sus ojos, y a su vez observé lo que estábamos haciendo. Su verga entrando y saliendo de mí, nuestros cuerpos unidos de ese modo, era interesante de ver, podía observar lo hinchado que estaba mi clítoris. - Mon cher, quiero ser soy sólo tuya desde ahora, quiero que me dejes tus marcas y rasguños como recordatorio de mi entrega ante ti. - Putita y complaciente, mi mon cheeri, creo que voy a llenarte con mi semen en reiteradas ocasiones desde ahora, tenerte así para mi hace que pierda el control. Me quitó el aire con sus besos, yo no dejaba de moverme sobre él, dejó mis brazos libres para que me sujetara de sus hombros, mis senos y su pecho estrechaban la distancia entre los dos. Sentí cómo le palpitaba la verga cuando acabó dentro mío. ¡Que exquisito sentir como me llenaba y rebalsaba con su semen! Me apretó fuerte contra sí cuando el orgasmo nos invadió, y me dejé caer en sus brazos, agotada y complacida. Al culminar, nos miramos un segundo, me besó dulcemente, apretándome contra su cuerpo. Suele ser incómodo el tener encuentros casuales con extraños, pero con mon cher resultaba ser todo muy cómodo y natural. Para darle fin a nuestro primer encuentro exitoso, me invitó un helado y me llevó de nuevo a mi departamento. Al llegar, me abrió la puerta del copiloto para bajar, y me besó con ternura. - Espero volver a verte pronto, pequeña sumisa- dijo mirándome a los ojos, me tomó por sorpresa. Le respondí. -Volverás a verme pronto, te invitaré a mis aposentos a saciar nuestras más perversas fantasías. Fue un encanto conocerte, al fin. Era lindo verlo entusiasmado por la próxima vez, nos deseamos las buenas noches, y nos despedimos con un beso y una nalgada de su parte. Oh, mon cheeri, ansío próximamente a que restaures la felicidad de mis entrañas con tu perversión. Dulces y húmedos sueños...
Siento su polla reventarme el coño. Siento como, con cada una de sus embestidas, una parte de mi se parte por la mitad, invadida por la tremenda dureza de su verga y el calor abrasador que invade mis entrañas. Mis fluidos se escapan de mi cuerpo a borbotones, mis uñas se clavan en su espalda, mientras que mi cuerpo se convulsiona, presa del placer más intenso que jamás pude imaginar. Siento su aliento, cálido y húmedo, envolviendo la piel de mi cuello y el inicio de mi pecho, mientras que una de sus manazas, aprieta con fuerza mis tetas y mis pezones, hasta hacerme creer que van a reventar como un pequeño globo. Jamás nadie me había follado así, con tal intensidad y pasión, como si le fuera la vida en ello. Por eso, jamás me sentí como me siento hoy: llena, reventada, ansiosa por sentir más, aún temiendo que, si siento más placer de lo que estoy sintiendo, perderé el sentido y la cordura. De pronto él gime. Es la primera vez que lo hace. Hasta ahora no ha emitido ningún ruido, más allá de su acelerada respiración y del chapoteo de su enorme verga reventando contra el interior de mi coño. Tras una sucesión creciente de gemidos lanza un alarido, más propio de un animal que de un hombre de 50 años. Y tras ese tremendo alarido, un liquido viscoso y caliente hasta hacerme arder, llena mi dolorido coño. Se corre dentro de mi. Es la primera vez que dejo que un hombre me llene así con el fruto de su placer, con su semen, con su semilla blanquecina y espesa. Su néctar se mezcla con mis jugos, él continúa moviéndose dentro de mi, a la vez que continúa masajeando, apretando y pellizcando mis pezones. Siento un profundo temblor dentro de mi, un temblor que arrasa con todo mi cuerpo, que me hace arder y estremecer de placer. Ahora soy yo quién grita, no sé cuánto tiempo llevo haciéndolo, no he sido consciente de hacerlo. Pero lo hago, grito como nunca antes había hecho, clavando mis uñas en su espalda, rodeando su cintura con mis piernas, que lo aprisionan y lo aprietan contra mi chocho, no quiero que abondone mi cuerpo. Un nuevo chorro inunda mis entrañas. Esta vez son mis fluidos, que manan del interior de mi ser, como prueba del enorme placer que estoy sintiendo. Es un orgamo interminable y profundo. Mis ojos se quedan en blanco, así como mi mente. Creo que voy a morir de placer, mientras me corro con un animal, hasta hacerme sentir como si me hubiera meado encima, él cabrón continúa follándome con su poderosa polla, que apenas ha perdido un ápice de su erección y dureza. Tras un orgasmo que me parece que dura un siglo, un sonido agudo y punzante me trae de nuevo a este mundo. Es el puto despertador. Todo ha sido un sueño. Otra vez un sueño. Aunque, esta vez, mis braguitas y mi cama están emapadas, y yo... yo estoy bajando de una nube.
EMPAPADA. He bajado a comprar cigarrillos al kiosko de enfrente de mi casa , una escapada rápida, apenas chispeaba, cruzar la calle , comprar los dos paquetes de puchos, empezar a volver y desatarse el diluvio, apenas cincuenta metros. Me veo en el espejo del ascensor. Doy gracias por no haberme cruzado con nadie. Me he mojado, llevo un vestido camisero sin mangas de algodón, hace calor y se ha empapado. Se me pega al cuerpo, con las prisas he bajado solo con una bombachita debajo, se me marcan los pezones, se transparentan, el verme tan mojada me pone caliente. Los pezone se ponen erectos, juego un momento con ellos. Llego a mi piso. Se abre la puerta del ascensor, mi departamento está enfrente, no necesito sacar la llave, me espera con la puerta abierta un sátiro en bóxer, que sin apenas verme se le hace tienda de campaña. Tira de mí, me abraza, sus manos me soban todo el cuerpo, sin dejar de comerme la boca. Yo tiro del calzonzillo, lo bajo de un tirón y le agarro la polla dura, se la meneo fuerte, estoy cachonda. Me suelta un par de botones y hace que el vestido caiga al suelo. Me giro, me toca las tetas, me aprieta los pezones, me muerde el cuello. Yo me bajo la vedetina, al hacerlo mi culete choca contra su verga. Hace que me arrodille poniéndome en cuatro, como una perra ansiosa, quedo mirando al ventanal, apenas se vislumbran los edificios de enfrente, solo el gris de la lluvia que golpea en los cristales. Me mete el rabo de un golpe, ha sido fácil estoy totalmente mojada, no solo el cuerpo, también la concha. Me agarra por las caderas, se mueve rápido y a fondo, me clava su pija hasta el DIU. El primer relámpago ilumina el gris, luego otro, parece que a mi macho los rayos le excitan mas, acelera, yo estoy a punto y de pronto: ¡ BOOOOMM , BOOOOM ! Explosionan los truenos , me da una nalgada y como si fuera la salida de una carrera me vengo con un temblor que casi me hace caer. Mi macho no se ha soltado su leche, se para, yo me quedo arrodillada, como beata ante su ídolo, duro, gordo, me lo pasa por la cara, siento nuestros jugos en la piel. Abro la boca, me la mete entera, busca usarme, apenas tres veces las cuento, sé que no puede mas , la saca, aprovecho para chupar su cipote, deja que le de placer. Me agarra la cara, saca la verga y su semen me ducha mi cara. - Cariño, ¿me dejes que me seque? ...estoy empapada . - Cielo...por dentro y por fuera. Se agacha para agarrar los puchos, abre un paquete, saca uno, lo enciende , da una calada, y me lo ofrece. Aspiro, suelto el humo, y le beso. - Me voy a la ducha que puede venir la tropa.
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