LuciMarteli

Me senté en el borde de mi cama, sintiendo la tela suave del edredón bajo mis manos. El sol de la tarde se colaba por la ventana, pintando franjas doradas sobre el suelo de madera. Había pasado toda la mañana ordenando mi armario, pero ahora, en un pequeño montón a mi lado, reposaba la recompensa: las prendas que había comprado el fin de semana. Abrí la bolsa de papel crujiente y saqué el conjunto. Primero, el top. Era de un blanco inmaculado, de un algodón tan fino que se sentía como una caricia fresca contra la piel. Lo deslicé por mi cabeza, ajustándose perfectamente. El tejido era ligero, pero me daba una sensación inmediata de pulcritud y comodidad. Luego, la parte de abajo. Era un pantalón corto, en un tono de amarillo vibrante que me recordaba a la cáscara de un limón maduro. Supe al verlo que sería la pieza clave; era un color tan lleno de energía que solo mirarlo me levantaba el ánimo. Me puse de pie para verme en el espejo de cuerpo entero. Un suspiro de pura satisfacción escapó de mis labios. El blanco del top hacía que el amarillo resaltara aún más. No era solo la ropa; era la forma en que me sentía al llevarla. El conjunto no era sofisticado, sino alegre y desenfadado. La tela se movía conmigo, sin esfuerzo, permitiéndome girar en un pequeño círculo. Sentí una oleada de calidez recorrer mi pecho. No había nada como el placer simple y personal de saber que te ves bien, de que tu elección de color y corte ha sido un acierto rotundo. Era un pequeño secreto de felicidad, solo mío, reflejado en el cristal. Me acerqué al espejo, tocando el borde del cuello del top, luego deslizando los dedos por la cintura elástica del pantalón. Era la sensación de lo nuevo, lo que estaba limpio y esperando su primera aventura. La habitación se sentía más brillante, y yo me sentía ligera y lista. Tomé una bocanada de aire, sonriendo a mi reflejo. "Perfecto," susurré. No era solo un top y un pantalón corto; era un reinicio, un pequeño impulso de confianza.