Los mejores placeres son elegantes por delante y sensuales por detrás
Me encanta sentir que llego al cielo cada vez que hablamos, sentir una gran emoción y excitación cuando cruzamos miradas y palabras, sentir que me quieres y hacerme tuya con tu mirada.
Para disfrutar de la vida es importante ir de la mano del deseo y la sensualidad.
Me gusta ser tu chica mala y que me quieras tanto que con solo mirarme me desnudes y me hagas tuya.
WELCOME TO MY WONDERLAND PARADISE
DÉJAME SABER CUÁNTO TE GUSTA MI CUERPO SENSUAL Y PROVOCATIVO. ¿CUAL ES TU DESEO? ME GUSTARÍA SABER COMO PUEDO AYUDARTE CARIÑO
MI NOMBRE ES LIORA UNA CHICA INTERESANTE, SOY DIVERTIDA, ELEGANTE, TRAVIESA Y SENSUAL. ME ENCANTA UN HOMBRE ROMÁNTICO Y SERIO QUE PUEDA TENER UNA BUENA CONVERSACIÓN DE MUCHOS TEMAS. ME ENCANTA LA CULTURA FRANCESA Y ME GUSTA VIAJAR POR EL MUNDO
En las calles bulliciosas de la ciudad, donde las luces de neón destellaban como estrellas urbanas, vivía Isabella, una joven artista de espíritu libre con una fascinación especial por la vida. Pero su vida cambió drásticamente el día que cruzó caminos con Alexander. Alexander era un hombre misterioso con ojos profundos que parecían contener secretos insondables. Trabajaba en una librería antigua, rodeado de libros que susurraban historias olvidadas. Desde el momento en que Isabella entró en la tienda, su corazón latió más rápido. La obsesión de Isabella comenzó como una chispa, pero pronto se convirtió en un incendio incontrolable. Comenzó a frecuentar la librería, comprando libros que nunca leería solo para tener una excusa para ver a Alexander. Pasaba horas examinando las páginas, pero su atención estaba siempre dividida entre las palabras impresas y la presencia magnética de Alexander. Con el tiempo, Isabella decidió que era hora de confesar sus sentimientos. En una tarde lluviosa, con el sonido suave de las gotas golpeando los cristales, Isabella se armó de valor y confesó su enamoramiento. Alexander la miró con sorpresa, pero sus ojos también reflejaron una conexión más profunda. Aunque inicialmente reacio, Alexander no pudo resistirse al encanto apasionado de Isabella. Se sumergieron juntos en un torbellino de emociones, descubriendo que sus almas estaban entrelazadas de maneras que nunca habían imaginado. Isabella dejó de obsesionarse y empezó a enamorarse genuinamente. Juntos, exploraron los callejones de la ciudad, compartieron risas y lágrimas, y crearon su propia historia de amor. Isabella aprendió que la obsesión inicial había sido solo el preludio de algo mucho más profundo y significativo: un amor que creció con el tiempo, arraigado en la aceptación mutua y la conexión verdadera.
Bajo la luz tenue de las velas, Ana y Marcos se encontraron en un rincón escondido de la ciudad, donde el murmullo de la noche se entrelazaba con sus suspiros. La ciudad dormía, pero ellos estaban despiertos para la magia que solo la oscuridad compartida podía ofrecer. Se miraron fijamente, dos almas que se reconocían en la penumbra. Sus manos se encontraron como si fueran imanes, atrayéndose con una fuerza magnética irresistible. Cada roce era un poema que se escribía en la piel, y cada mirada, una promesa susurrada en el silencio de la noche. Caminaron juntos por callejones estrechos, explorando territorios desconocidos que solo el deseo podía cartografiar. Se perdieron en laberintos de pasión, donde los secretos se compartían en besos y caricias. La ciudad se convirtió en un escenario para su danza íntima, donde cada esquina escondía una nueva experiencia sensorial. Bajo un cielo salpicado de estrellas, encontraron un rincón más íntimo, lejos de miradas curiosas. Allí, entre susurros y risas suaves, escribieron su propia historia en el lenguaje de la piel y los sentimientos compartidos. Esa noche se convirtió en un capítulo inolvidable en el libro de sus vidas, donde la sensualidad se tejía con la complicidad de dos almas que se encontraron en la penumbra, creando un poema único que solo ellos comprendían.
En la penumbra de la noche, nuestros cuerpos se entrelazan, una danza de piel y suspiros, un verso que solo nosotros rezamos.
Tus labios, un poema en mi boca, cada caricia, una estrofa ardiente, descubrimos secretos en la oscuridad, como versos que nunca antes se escribieron.
En la alquimia de nuestros abrazos, se mezclan deseos y susurros, somos dos amantes perdidos, en el poema eterno del amor.
"Sensualidad, río de deseo que serpentea entre dos almas. En la piel, poesía escrita con la pluma de los sentidos. Sus cuerpos, lienzos que narran historias prohibidas en la penumbra. La mirada, un susurro íntimo, donde el éxtasis se entrelaza con la reflexión, revelando en cada encuentro la poesía sagrada de la entrega."
En el entrelazarse de cuerpos, la poesía se despierta. Cada caricia, un verso ardiente, cada mirada, un capítulo de misterio compartido. En el juego de los sentidos, descubrimos el arte de amar, donde la piel es el pergamino y el éxtasis, la pluma que escribe nuestra historia erótica.
En la paleta de la intimidad, colorean sus encuentros con tonos de deseo.
Cada mirada, una pincelada de pasión; cada caricia, un trazo de poesía en la piel.
Así, en el lienzo de la noche, escriben capítulos secretos, donde el arte del amor se revela en la conexión profunda de sus sentidos.
sus cuerpos entrelazan susurros, tejiendo poesía en cada roce. La piel, un pergamino donde se inscribe el relato de sus encuentros prohibidos. En el silencio, descubren que la erótica es un viaje íntimo, donde el deseo es la tinta que escribe versos eternos en la historia de sus pasiones compartidas.
En las colinas de Santorini, donde el sol pinta el cielo de tonos cálidos y el mar Egeo canta su propia canción, nació un romance entre Eleni, una enóloga apasionada, y Nikos, un navegante con ojos que reflejaban la vastedad del océano. Su historia comenzó entre viñedos y bodegas, donde Eleni le mostró a Nikos el arte de crear vinos que capturaban la esencia de la isla. Juntos, exploraron los rincones secretos de la isla, compartiendo risas mientras el aroma del mar y las vides se entrelazaba en el aire. Cada atardecer se volvía una danza de sombras y colores en Oia, donde se encontraban para presenciar el espectáculo celestial. En las noches estrelladas, navegaban en un velero bajo el cielo griego, las olas susurrando secretos que solo los enamorados pueden comprender. En la playa de arena negra, Nikos le propuso a Eleni construir su propio refugio, una casa blanca que se alzaría sobre los acantilados. Juntos, diseñaron cada rincón, llenándolo de detalles que contaban su historia. La boda fue una celebración en la que la música griega y el aroma de las flores se fusionaron en una experiencia sensorial única. Su vida se convirtió en una sinfonía de aventuras: desde explorar antiguas ruinas hasta sumergirse en las aguas cristalinas de las calas escondidas. Con cada viaje, descubrían nuevas capas de su relación, fortaleciendo los lazos que los unían. En invierno, cuando la isla se sumía en la tranquilidad, encontraron la belleza en la calma. Frente a la chimenea, compartieron sueños y construyeron castillos de planes futuros. Aprendieron que el amor, como el buen vino, mejora con el tiempo, madurando y enriqueciéndose con cada experiencia compartida. La vida los llevó a enfrentar tormentas, pero su amor fue el faro que los guió a través de las aguas turbulentas. En una noche de aniversario, renovaron sus votos en la misma playa donde comenzó su historia, recordando que el amor verdadero es una marea constante que nunca se agota. Así, en la isla donde los dioses se enamoraron, Eleni y Nikos tejieron su propia epopeya de amor, una narrativa eterna que resonará en las olas y los viñedos de Santorini, donde cada brisa lleva consigo la historia de dos almas navegando juntas hacia la eternidad.
LES GUSTA MI NUEVO COLOR DE CABELLO?
En el reloj del tiempo, nuestros momentos se entrelazan, como dos almas que bailan, la eternidad abrazan. Cada mirada, un capítulo en el libro de la pasión, donde el amor escribe con tinta de devoción. En la sinfonía de nuestros latidos, el universo calla, y el amor resuena como una melodía que nunca se desmalla. Instantes compartidos, como estrellas en el cielo nocturno, pintan un lienzo eterno, nuestro amor, puro y profundo.
Amanecer de Ensueño
En el horizonte despierta el sol solemne, pintando con pinceles dorados el cielo en su renombre. Los primeros rayos acarician la tierra con ternura, como un susurro divino que todo lo cura. El amanecer despliega su paleta de colores, tejiendo sueños y esperanzas en múltiples flores. El mundo despierta en un lienzo de magia pura, un poema visual que embriaga con su hermosa ternura.
En el jardín de rubíes que florece, una flor destaca, su melena rojo amanecer. Pelirroja, tu cabello es fuego líquido, llamas de pasión que envuelven corazones. En cada hebra, resplandece la luz, tejiendo historias de amor como llamas danzantes. Noche estrellada testigo de tu poesía encendida, un lienzo ardiente pintando el romance en cada rizo.
Hacía mucho calor aquella noche en el Bar de Tony. ni siquiera pensaba en follar. sólo en beber cerveza fresca. Tony nos puso un par para mí y para Mike el Indio, y Mike sacó el dinero. le dejé pagar la primera ronda. Tony lo echó en la caja registradora, aburrido, y miró alrededor... había otros cinco o seis mirando sus cervezas. imbéciles. así que Tony se sentó con nosotros. —¿qué hay de nuevo, Tony? —pregunté. —es una mierda —dijo Tony. —no hay nada nuevo. —mierda —dijo Tony. —ay, mierda —dijo Mike el Indio. bebimos las cervezas. —¿qué piensas tú de la Luna? —pregunté a Tony. —mierda —dijo Tony. —sí —dijo Mike el Indio—, el que es un carapijo en la Tierra es un carapijo en la Luna, qué mas dá. —dicen que probablemente no haya vida en Marte —comenté. —¿y qué coño importa? —preguntó Tony. —ay, mierda —dije—. dos cervezas más. Tony las trajo, luego volvió a la caja con su dinero. lo guardó. volvió. —mierda, vaya calor. me gustaría estar más muerto que los antiguos. —¿adónde crees tú que van los hombres cuando mueren, Tony? —¿y qué coño importa? —¿tú no crees en el Espíritu Humano? —¡eso son cuentos! —¿y qué piensas del Che, de Juana de Arco, de Billy el Niño, y de todos ésos? —cuentos, cuentos. bebimos las cervezas pensando en esto. —bueno —dije—, voy a echar una meada. fui al retrete y allí, como siempre, estaba Petey el Búho. la saqué y empecé a mear. —vaya polla más pequeña que tienes —me dijo. ——cuando meo y cuando medito sí. pero soy lo que tú llamas un tipo elástico. cuando llega el momento, cada milímetro de ahora se convierte en seis. —hombre, eso está muy bien, si es que no me engañas. porque ahí veo por lo menos cinco centímetros. —es sólo el capullo. —te doy un dólar si me dejas chupártela. —no es mucho. —eso e's más del capullo. seguro que no tienes más que eso. —vete a la mierda, Petey. —ya volverás cuando no te quede dinero para cerveza. volví a mi asiento. —dos cervezas más —pedí. Tony hizo la operación habitual. luego volvió. —vaya calor, voy a volverme loco —dijo. —el calor te hace comprender precisamente cuál es tu verdadero yo —le expliqué a Tony. —¡corta ya! ¿me estás llamando loco? —la mayoría lo estamos. pero permanece en secreto. —sí, claro, suponiendo que tengas razón en esa chorrada, dime, ¿cuántos hombres cuerdos hay en la tierra? ¿hay alguno? —unos cuantos. —¿cuántos? —¿de todos los millones que existen? —sí. sí. —bueno, yo diría que cinco o seis. —¿cinco o seis? —dijo Mike el Indio—. ¡hombre, no jodas! —¿cómo sabes que estoy loco? di —dijo Tony—. ¿cómo podemos funcionar si estamos locos? —bueno, dado que estamos todos locos, hay sólo unos cuantos para controlarnos, demasiado pocos, así que nos dejan andar por ahí con nuestras locuras. de momento, es todo lo que pueden hacer. yo en tiempos creía que los cuerdos podrían encontrar algún sitio donde vivir en el espacio exterior mientras nos destruían. pero ahora sé que también los locos controlan el espacio. —¿cómo lo sabes? —porque ya plantaron la bandera norteamericana en la luna. —¿y si los rusos hubieran plantado una bandera rusa en la luna? —sería lo mismo —dije. —¿entonces tú eres imparcial? —preguntó Tony. —soy imparcial con todos los tipos de locura. silencio. seguimos bebiendo. Tony también; empezó a servirse whisky con agua. podía; era el dueño. moño, qué calor hace —dijo Tony. —mierda, sí —dijo Mike el Indio. entonces Tony empezó a hablar. —locura —dijo— ¿y si os dijera que ahora mismo está pasando algo de auténtica locura? —claro —dije. —no, no, no... ¡quiero decir AQUÍ, en mi bar! —¿sí? —sí. algo tan loco que a veces me da miedo. ——explícame eso, Tony —dije, siempre dispuesto a escuchar los cuentos de los otros. Tony se acercó más. —conozco a un tío que ha hecho una máquina de follar. no esas chorradas de las revistas de tías. esas cosas que se ven en los anuncios. botellas de agua caliente con coños de carne de buey cambiables, todas esas chorradas. este tipo lo ha conseguido de veras. es un científico alemán, lo cogimos nosotros, quiero decir nuestro gobierno. antes de que pudieran agarrarlo los rusos. no lo contéis por ahí. —claro hombre, no te preocupes... —von Brashlitz. el gobierno intentó hacerle trabajar en el ESPACIO. no hubo nada que hacer. es un tipo muy listo, pero no tiene en la cabeza más que esa MAQUINA DE FOLLAR. al mismo tiempo, se considera una especie de artista, a veces dice que es Miguel Ángel... le dieron una pensión de quinientos dólares al mes para que pudiera seguir lo bastante vivo para no acabar en un manicomio. anduvieron vigilándole un tiempo, luego se aburrieron o se olvidaron de él, pero seguían mandándole los cheques, y de vez en cuando, una vez al mes o así, iba un agente y hablaba con él diez o veinte minutos, mandaba un informe diciendo que aún seguía loco y listo. así que él andaba por ahí de un sitio a otro, con su gran baúl rojo hasta que, por fin, una noche, llega aquí y empieza a beber. me cuenta que es sólo un viejo cansado, que necesita un lugar realmente tranquilo para hacer sus experimentos. y le escondí aquí. aquí vienen muchos locos, ya sabéis. —sí —dije yo. —luego, amigos, empezó a beber cada vez más, y acabó contándomelo. había hecho una mujer mecánica que podía darle a un hombre más gusto que ninguna mujer real de toda la historia... además sin tampax, ni mierdas, ni discusiones. —llevo toda la vida buscando una mujer así —dije yo. Tony se echó a reír. —y quién no. yo creía que estaba chiflado, claro, hasta que una noche después de cerrar subí con él y sacó la MAQUINA DE FOLLAR del baúl rojo. —¿Y? —fue como ir al cielo antes de morir. —déjame que imagine el resto —le pedí. —imagina. —von Brashlitz y su MAQUINA DE FOLLAR están en este momento arriba, en esta misma casa. —eso es —dijo Tony. —¿cuánto? —veinte billetes por sesión. —¿veinte billetes por follarse una máquina? —ese tipo ha superado a lo que nos creó, fuese lo que fuese. ya lo verás. —Petey el Búho me la chupa y me da un dólar. —Petey el Búho no está mal, pero no es un invento que supere a los dioses. le di mis veinte. —te advierto, Tony, que si se trata de una chifladura del calor, perderás a tu mejor cliente. —como dijiste antes, todos estamos locos de todas formas. puedes subir. —de acuerdo —dije. —vale —dijo Mike el Indio—. aquí están mis veinte. —os advierto que yo sólo me llevo el cincuenta por ciento. el resto es para von Brashlitz. quinientos de pensión no es mucho con la inflación y los impuestos, y von B. bebe cerveza como un loco. —de acuerdo —dije—. ya tienes los cuarenta. ¿dónde está esa inmortal MAQUINA DE FOLLAR? Tony levantó una parte del mostrador y dijo: —pasad por aquí. tenéis que subir por la escalera del fondo. cuando lleguéis llamáis y decís «nos manda Tony». —¿en cualquier puerta? —la puerta 69. —vale —dije—, ¿qué más? —listo —dijo Tony—, preparad las pelotas. encontramos la escalera. subimos. —Tony es capaz de todo por gastar una broma —dije. llegamos. allí estaba: puerta 69. llamé: —nos manda Tony. —¡oh, pasen, pasen, caballeros! allí estaba aquel viejo chiflado con aire de palurdo, vaso de cerveza en la mano, gafas de cristal doble. como en las viejas películas. tenía visita al parecer, una tía joven, casi demasiado, parecía frágil y fuerte al mismo tiempo. cruzó las piernas, toda resplandeciente: rodillas de nylon, muslos de nylon, y esa zona pequeña donde terminan las largas medias y empieza justo esa chispa de carne. era todo culo y tetas, piernas de nylon, risueños ojos de límpido azul... —caballeros... mi hija Tanya... —¿qué? =sí, ya lo sé, soy tan... viejo... pero igual que existe el mito del negro que está siempre empalmado, existe el de los sucios viejos alemanes que no paran de follar. pueden creer lo que quieran. de todos modos, ésta es mi hija Tanya... —hola, muchachos —dijo ella sonriendo. luego todos miramos hacia la puerta en que había este letrero: SALA DE ALMACENAJE DE LA MAQUINA DE FOLLAR.. terminó su cerveza. —bueno... supongo, muchachos, que venís a por el mejor POLVO de todos los tiempos... —¡papaíto! —dijo Tanya—. ¿por qué tienes que ser siempre tan grosero? Tanya recruzó las piernas, más arriba esta vez, y casi me corro. luego, el profesor terminó otra cerveza, se levantó y se acercó a la puerta del letrero SALA DE ALMACENAJE DE LA MAQUINA DE FOLLAR. se volvió y nos sonrió. luego, muy despacio, abrió la puerta. entró y salió rodando aquel chisme que parecía una cama de hospital con ruedas. el chisme estaba DESNUDO, una mesa de metal. el profesor nos plantó aquel maldito trasto delante y empezó a tararear una cancioncilla, probablemente algo alemán. una masa de metal con aquel agujero en el centro. el profesor tenía una lata de aceite en la mano, la metió en el agujero y empezó a echar sin parar de aquel aceite. sin dejar de tararear aquella insensata canción alemana. y siguió un rato echando aceite hasta que por fin nos miró por encima del hombro y dijo: «bonita, ¿eh?». luego, volvió a su tarea, a seguir bombeando aceite allí dentro. Mike el Indio me miró, intentó reírse, dijo: —maldita sea... ¡han vuelto a tomarnos el pelo! —sí —dije yo—, estoy como si llevara cinco años sin echar un polvo, pero tendría que estar loco para meter el pijo en ese montón de chatarra. von Brashlitz soltó una carcajada. se acercó al armario de bebidas. sacó otro quinto de cerveza, se sirvió un buen trago y se sentó frente a nosotros. —cuando empezamos a saber en Alemanía que estaba perdida la guerra, y empezó a estrecharse el cerco, hasta la batalla final de Berlín, comprendimos que la guerra había tomado un giro nuevo: la auténtica guerra pasó a ser entonces quién agarraba más científicos alemanes. si Rusia conseguía la mayoría de los científicos o si los conseguía Norteamérica... los que más consiguieran serían los primeros en llegar a la Luna, los primeros en llegara Marte... los primeros en todo. en fin, el resultado exacto no lo sé... numéricamente o en términos de energía cerebral científica. sólo sé que los norteamericanos me cogieron primero, me agarraron, me metieron en un coche, me dieron un trago, me pusieron una pistola en la sien, hicieron promesas, hablaron y hablaron. yo lo firmé todo... —todas esas consideraciones históricas me parecen muy bien —dije yo—. pero no voy a meter la polla, mi pobrecita polla, en ese cacharro de acero o de lo que sea. Hitler debía ser realmente un loco para confiar en usted. ¡ojalá le hubieran echado el guante los rusos! ¡yo lo que quiero es que me devuelvan mis veinte dólares! von Brashlitz se echó a reír. —jiii jiii jiii ji... es sólo mi bromita de siempre. jiü jiii jiu ji! metió otra vez el cacharro en el cuartito. cerró la puerta. —¡ay, ji jiii ji! —bebió otro trago de schnaps. luego se sirvió más. lo liquidó. —caballeros, ¡yo soy un artista y un inventor! mi MAQUINA DE FOLLAR es en realidad mi hija, Tanya... —¿más chistecitos, von? —pregunté. —¡no es ningún chiste! ¡Tanya! ¡ponte en el regazo de este caballero! Tanya soltó una carcajada, se levantó, se acercó y se sentó en mi regazo. ¿Una MAQUINA DE FOLLAR? ¡no podía serlo! su piel era piel, o lo parecía, y su lengua cuando entró en mi boca al besarnos, no era mecánica... cada movimiento era distinto, y respondía a los míos. me lancé inmediatamente, le arranqué la blusa, le metí mano en las bragas, hacía años que no estaba tan caliente; luego nos enredamos; de algún modo acabamos de pie... y la entré de pie, tirándole de aquel pelo largo y rubio, echándole la cabeza hacia atrás, luego bajando, separándole las nalgas y acariciándole el ojo del culo mientras le atizaba, y se corrió... la sentí estremecerse, palpitar, y me corrí también. ¡nunca había echado polvo mejor! Tanya se fue al baño, se limpió y se duchó, y volvió a vestirse para Mike el Indio. supuse. —el mayor invento de la especie humana —dijo muy serio von Brashlitz. tenía toda la razón. por fin Tanya salió y se sentó en mi regazo. —¡NO! ¡NO! ¡TANYA! ¡AHORA LE TOCA AL OTRO! ¡CON ESE ACABAS DE FOLLAR! ella parecía no oír, y era extraño, incluso en una MAQUINA DE FOLLAR, porque yo nunca había sido muy buen amante, la verdad. —¿me amas? —preguntó. —sí. —te amo, y soy muy feliz. y... teóricamente no estoy viva. ya lo sabes, ¿verdad? —te amo, Tanya, eso es lo único que sé. —¡cago en tal! —chilló el viejo—. ¡esta JODIDA MAQUINA! se acercó a la caja barnizada en que estaba escrita la palabra TANYA a un lado. salían unos pequeños cables; había marcadores y agujas que temblequeaban, y varios indicadores, luces que se apagaban y se encendían, chismes que tictaqueaban... von B. era el macarra más loco que había visto en mi vida. empezó a hurgar en los marcadores, luego miró a Tanya: —¡25 AÑOS! ¡toda una vida casi para construirte! ¡tuve que esconderte incluso de HITLER! y ahora... ¡pretendes convertirte en una simple y vulgar puta! —no tengo veinticinco —dijo Tanya—. tengo veinticuatro. —¿lo ves? ¿lo ves? ¡como una zorra normal y corriente! volvió a sus marcadores. —te has puesto un carmín distinto ——dije a Tanya. —¿te gusta? —¡oh, sí! se inclinó y me besó. von B. seguía con sus marcadores. tenía el presentimiento de que ganaría él. von Brashlitz se volvió a Mike el Indio: —no se preocupe, confíe en mí, no es más que una pequeña avería. lo arreglaré en un momento. —eso espero —dijo Mike el Indio—. se me ha puesto en treinta y cinco centímetros esperando y he pagado veinte dólares. —te amo —me dijo Tanya—. no volveré a follar con ningún otro hombre. si puedo tenerte a ti, no quiero a nadie más. —te perdonaré Tanya, hagas lo que hagas. el profe estaba corridísimo. seguía con los cables pero nada lograba. —¡TANYA! ¡AHORA TE TOCA FOLLAR CON EL OTRO! estoy... cansándome ya... tengo que echar otro traguito de aguardiente... dormir un poco... Tanya... —oh —dijo Tanya— ¡este jodido viejo! ¡tú y tus traguitos, y luego te pasas la noche mordisqueándome las tetas y no puedo dormir! ¡ni siquiera eres capaz de conseguir un empalme decente! ¡eres asqueroso! —¿COMO? —¡DIJE «QUE NI SIQUIERA ERES CAPAZ DE CONSEGUIR UN EMPALME DECENTE» —¡esto lo pagarás Tanya! ¡eres creación mía, ;no yo creación tuya! seguía hurgando en sus mágicos marcadores. quiero decir, en la máquina. estaba fuera de sí, pero se veía claramente que la rabia le daba una clarividencia que le hacía superarse. —es sólo un momento, caballero —dijo dirigiéndose a Mike. ¡sólo tengo que ajustar los cuadros electrónicos! ¡un momento! ¡vale! ¡ya está! entonces se levantó de un salto. aquel tipo al que habían salvado de los rusos. miró a Mike el Indio. —¡ya está arreglado! ¡la máquina está en orden! ¡a divertirse caballero! luego, se acercó a su botella de aguardiente, se sirvió otro pelotazo y se sentó a observar. Tanya se levantó de mi regazo y se acercó a Mike el Indio. vi que Tanya y Mike el Indio se abrazaban. Tanya le bajó la cremallera. le sacó la polla, ¡menuda ,polla tenía el tío! había dicho treinta y cinco centímetros, pero parecían por lo menos cincuenta. luego Tanya rodeó con las manos la polla de Mike. él gemía de gozo. luego la arrancó de cuajo. la tiró a un lado. vi el chisme rodar por la alfombra como una disparatada salchicha, dejando tristes regueruelos de sangre. fue a dar contra la pared. allí se quedó como algo con cabeza pero sin piernas y sin lugar alguno a donde ir... lo cual era bastante cierto. luego, allá fueron las BOLAS volando por el aire. una visión saltarina y pesada. simplemente aterrizaron en el centro de la alfombra y no supieron qué hacer más que sangrar. así que sangraron. von Brashlitz, el héroe de la invasión rusonorteámericana, miró ásperamente lo que quedaba de Mike el Indio, mi viejo camarada de sople, rojo rojo allá en el suelo, manando por su centro... von B. se dio el piro, escaleras abajo... la habitación 69 había hecho de todo salvo aquello. luego le pregunté a ella: —Tanya, habrá problemas aquí muy pronto. ¿por qué no dedicamos el número de la habitación a nuestro amor? —¡como quieras, amor mío! lo hicimos, justo a tiempo; y luego entraron aquellos idiotas. uno de aquellos enterados declaró entonces muerto a Mike el Indio. y como von B. era una especie de producto del gobierno norteamericano, en seguida se llenó aquello de gente, varios funcionarios de mierda de diversos tipos, bomberos, periodistas, la pasma, el inventor, la CIA, el FBI y otras diversas formas de basura humana. Tanya vino y se sentó en mi regazo. —ahora me matarán. procura no entristecerte, por favor. no contesté. luego von Brashlitz se puso a chillar, apuntando a Tanya: —¡SE LO ASEGURO, CABALLEROS, ELLA NO TIENE NINGÚN SENTIMIENTO! ¡CONSEGUÍ QUE HITLER NO LA AGARRASE! ¡se lo aseguro, no es más que una MAQUINA! todos se limitaron a quedarse allí mirándole. nadie le creía. era ni más ni menos la máquina más bella, la mujer por así decirlo, que habían visto en su vida. —¡maldita sea! ¡majaderos! toda mujer es una máquina de follar, ¿es que no se dan cuenta? ¡apuestan al mejor caballo! ¡EL AMOR NO EXISTE! ¡ES UN ESPEJISMO DE CUENTO DE HADAS COMO LOS REYES MAGOS! aun así no le creían. —¡ESTO es sólo una máquina! ¡no tengan ningún MIEDO! ¡MIREN! von Brashlitz agarró uno de los brazos de Tanya. lo arrancó de cuajo del cuerpo. y dentro, dentro del agujero del hombro, se veía claramente, no había más que cables y tubos, cosas enroscadas y entrelazadas, además de cierta sustancia secundaria que recordaba vagamente la sangre. y yo vi a Tanya allí de pie con aquellos alambres enroscados colgándole del hombro donde antes tenía el brazo. me miró: —¡por favor, hazlo por mí! recuerda que te pedí que no te pusieras triste. vi como se echaban sobre ella, como la destrozaban y la violaban y la mutilaban. no pude evitarlo. apoyé la cabeza en las rodillas y me eché a llorar... Mike el Indio nunca llegó a cobrarse sus veinte dólares. pasaron unos meses. no volví al bar. hubo juicio, pero el gobierno eximió de toda culpa a von B. y a su máquina. me trasladé a otra ciudad. lejos. y un día estaba sentado en la peluquería y cogí una revista pornográfica. había un anuncio:
“De los millones de mujeres que ves, aparece de pronto una que te impresiona. Hay algo en sus formas, en cómo está hecha, en el vestido concreto que lleva, algo, a lo que no puedes sobreponerte.” — Charles Bukowski