JennaStone

✨Jenna✨

Me llamo Jenna, tengo 20 años y si tuviera que definirme con una sola palabra, sería intensa. No me gusta quedarme en la superficie de nada, ni de las personas, ni de las cosas, ni de la vida. Me gusta ir más allá, romper moldes, probar lo desconocido y dejar una marca, aunque sea solo con una mirada.

Desde pequeña me sentí atraída por los colores, las texturas, las transformaciones. Mi primer amor fue el maquillaje. No porque lo vea como una forma de “corregir” algo, sino como una forma de expresarme, de contar historias sin decir una sola palabra. Para mí, un delineado afilado puede hablar de fuerza, unas sombras brillantes pueden reflejar alegría o nostalgia, y unos labios oscuros pueden ser un grito silencioso de rebelión. Me gusta experimentar con estilos poco comunes: delineados gráficos, tonos neón, glitter hasta en las cejas si me da la gana. Mi cara es mi lienzo, y cada día me levanto con la emoción de crear algo nuevo en ella.

Pero el maquillaje es solo una parte de lo que soy. También soy una buscadora constante de experiencias que salgan de lo habitual. No me interesan los planes predecibles ni las conversaciones vacías. Me gusta perderme en ciudades desconocidas, tomar caminos que no están en el mapa, probar comidas que ni sé pronunciar y conocer gente que me haga replantearme todo. He dormido bajo las estrellas en una playa escondida, he subido a escenarios improvisados en plazas para leer poesía, he hecho sesiones de fotos con desconocidos a medianoche porque simplemente sentí que el momento lo pedía. Vivo para esas pequeñas locuras que hacen que el corazón se acelere.

Soy muy visual. A veces siento que percibo el mundo como si fuera una película: los colores, las luces, los movimientos… Todo me inspira. Me encanta capturar momentos en fotos, especialmente aquellos que la gente normalmente no miraría dos veces: una grieta en la pared, un reflejo extraño en un charco, una sombra que cae justo en el ángulo perfecto. Hay belleza en lo inesperado, y yo la busco con los ojos bien abiertos.

A veces la gente no me entiende. Dicen que soy “demasiado”, que vivo en una burbuja o que me arriesgo demasiado. Pero prefiero ser demasiado a ser nada. Prefiero equivocarme cien veces que quedarme con la duda de cómo habría sido. Para mí, la vida es un laboratorio, y yo estoy aquí para mezclar, probar, fallar, volver a intentar.

No vine a este mundo a quedarme quieta, a seguir un guion escrito por otros, ni a encajar en moldes que no fueron hechos para mí. Vine a sentirlo todo: el vértigo de los comienzos, el dolor de las pérdidas, la magia de los encuentros inesperados. A vivir con intensidad, aunque a veces duela, aunque no todos lo entiendan.

Sí, soy intensa. Me lanzo de cabeza cuando algo me apasiona, me entrego sin medidas, y amo con todo lo que soy. No sé amar a medias, no sé vivir a medias. Y sé que eso asusta, porque lo verdadero a veces incomoda. Pero no pienso apagar mi luz para no molestar a quienes aún no se atreven a brillar.

He aprendido que no hay error más grande que traicionarse a uno mismo por complacer a los demás. Así que elijo ser fiel a mi voz interior, incluso cuando tiembla. Elijo caminar mis propios caminos, aunque a veces sean solitarios. Porque en el fondo sé que lo auténtico siempre encuentra su lugar, y que quien realmente resuene con mi esencia, se quedará.