Hello, sweetie! I am the girl that will make you smile and sigh in equal parts. I am outgoing and always looking for laughter and good company. My world revolves around techno music and the art of dancing with passion. I adore sensuality and fun, creating an environment in which your deepest desires come true. I immerse myself in the vibrant rhythms while we let the pleasure flow. Traveling is my passion and shopping is my weakness. Exploring new horizons and filling my life with experiences is what keeps me alive. Imagine sharing intimate moments while we chat and I show you my most daring acquisitions. Join me on this journey filled with laughter, passion, and memorable moments!
Contenido Multimedia.
Ya no tienes suficientes créditos en tu cuenta
Usted dispone de : 0,00 US$
JanyLove todavía no tiene comentarios. Recuerda: puedes publicar un comentario y dar una nota después de un show privado con esa modelo.
JanyLove aún no ha completado su horario de presencia en línea
JanyLove no está en línea desde hace un cierto tiempo y no podemos proponer un planning de presencia fiable.
.
Quiero aclarar que relataré relatos reales y fantasías ya que veo esto como una oportunidad para sacar también mis fantasías más ocultas. Soy blanca, pelo lacio por debajo de los hombros, ojos marrones, 1.58 cm, 68kg uso una 30b de pechos y mi cuerpo es curvilíneo. Nuestros cuerpos desnudos, uno frente al otro. Nuestros labios fundiéndose en uno solo, mi boca entreabierta metiendo mi lengua en su boca para encontrar la suya, mis manos suben desde lo bajo de su espalda hasta la nuca mientras mis ojos se entrecierran. Las manos de ella son libres, acarician todo lo que desean, costillas, espalda, nalgas, hombros... Siento mucho placer, no sé ni cómo llegué a ésta situación, no sé cómo llegué a la habitación y no sé quién era esa mujer con la que estaba besándome. Mientras la besaba y mis manos recorrían su cuerpo y las suyas el mío, fui llevándola poco a poco a la cama. La tumbé sutilmente en la cama mientras sin dejarla de besar me tumbaba sobre ella. Nuestros cuerpos desnudos se tocaban. Podía notar como cada poro de mi piel estaba deseosa de placer. Dejé de besarla, mi boca fue hacia su cuello. Ella giró su cuello para poder disfrutarlo más. Comencé con unos sutiles mordiscos sobre la yugular, lo cual provocó un enorme suspiro de ella. Fui besando su cuello, poco a poco, centímetro a centímetro, poro a poro hasta llegar a su barbilla y subir de nuevo a esos labios carnosos los cuales con la punta de la lengua los lamí y degusté. Comencé de nuevo a bajar lentamente por su barbilla, su cuello, notando como su piel se erizaba al contacto con mis labios. Llegué al entrepecho y saqué la punta de la lengua. Me deslicé hacia el pezón izquierdo, hice el contorno de la aureola y empecé a dar lametones y pequeños mordiscos en su pezón hasta que se puso bien duro. Ella solo suspiraba, jadeaba y me dejaba hacer. Fui con la punta de la lengua hacia el pezón derecho, hice el contorno de la aureola y me enganché al pezón cual bebé buscando la leche materna. Ya estaba bien duro, la sensación de buscar la leche materna era placentera, pero al no conseguir mi recompensa fui a por la otra. Volví con la punta de la lengua hacia el entrepecho y comencé a bajar lentamente por su cuerpo. Mis manos acompañaban la lengua por sus costados muy lentamente, notando cada costilla, cada hueco… Llegué a su ombligo, hice lentamente el contorno con la punta de la lengua e hice unas cuantas penetraciones en él. Dios como estaba… Bajé lentamente dando besos profundos hasta llegar a su pubis, empecé a dar pequeños mordiscos sobre él. Ella gemía, levantaba las caderas, me acariciaba la cabeza y agarraba fuertemente las sabanas mientras se retorcía. Mirándola directamente a los ojos, puse mis manos en sus muslos y de un golpe seco abrí sus piernas. Dios que olor me vino, olor a pecado, deseo y placer. La volví a mirar pero esta vez con mirada pícara, iba a ser mala antes de darla placer… Salté su vagina, no sin antes coger una gran bocanada de ese olor que desprendía. Con la sonrisa dibujada en mi rostro empecé a darle besos intensos y lentos en la parte interna de los muslos, muy despacio, sintiendo cada poro hasta que llegué a su rodilla y subí dando un gran lametón hasta su vagina. Pero iba a ser aún mala, bajé por su otro muslo dando otro gran lametón hasta la rodilla y subir. Lo hice dos veces más, quería que se impacientase, que suplicase de ganas… En una de las que subía soplé sobre mi saliva impregnada en sus muslos para que sintiera ese frescor entre tanta llama de placer. Llegué a su vagina, con la punta de la lengua repasé los labios externos. Con dos dedos separé esos labios carnosos que sobresalían para encontrarme con los internos. Empecé a absorberlos con fuerza. Dios que mojados estaban… Abrí más su vagina, y metí de una mi lengua en su interior, comenzando a hacer grandes circulos dentro. Como gemía, como arqueaba su espalda, como se retorcia agarrando las sábanas. Abrí todo lo que pude la boca, casi desencajándome la mandíbula, queria saborear todo ese delicioso nectar que emanaba de aquel monte de venus. Lamía todo el interior, cual perra en celo. Con el dedo pulgar empecé a presionar el clitoris mientras seguía lamiendo y llevándome a la boca aquel dulce néctar. Cambié de posición, empecé a lamer el clítoris con pasion, desesperada, mientras metí dos dedos de golpe hasta lo más hondo de su vagina. Los movia de arriba abajo, de lado a lado, haciendo círculos sin dejar de lamer y absober su clitoris. Ahí estaba yo, comiéndole lo mejor que podía la vagina a una que no sabía ni cómo se llamaba. Un silencio se hizo en la habitación, solo sonaba mi lengua lamer el clitoris y mis dedos hundiéndose en su vagina, sabia que estaba a punto y no queria perdermelo. Llevé mi boca de nuevo a su vagina, deseosa que descargara ese dulce néctar con el que nos bendicieron. Movia mis dedos en su clítoris con rapidez, cada vez presionando más hasta que un gran chorro de su néctar fue directamente a mi boca. No paré de frotar su clitoris hasta que saliera hasta la última gota... Recogi todo lo que salió y más lamiendo el interior, tragué la gran mayoria, dios que rico estaba. No podia degustar aquel delicioso manjar yo sola, así pues, subí con un poco de su dulce néctar a sus labios y fundiendonos en un beso compartí el sabor del placer. Me tumbé a su lado, exhausta, qué decir de ella, que aún seguía con la respiración muy acelerada, me miró y sonriendo me dijo "Me llamo Daniela".
No había terminado de comer cuando me sorprendió con besos por mi cuello, algunos suaves otros marcando sus dientes. Empecé a excitarme y más cuando se bajó el pantalón y vi esa polla tan jugosa y apetecible. Me bajó el pantalón y la braguita de encaje con mucha ansia y me empujó al sofá y me quedé sentada frente a esa polla que metió en mi boca. La sentí bien dura deslizarse por los pliegues del paladar, la sacó para poder mamársela bien a gusto, la rodeé con mi lengua y generé saliva que no había conseguido nunca, espesa y blanquecina, se la escupí dejando que cayese por el glande y restregando la punta de mi lengua por su frenillo, apreté bien sus huevos mientras se la mamaba sabiendo que ahí se estaba acumulando mi apreciada leche. Después me puso a veinte uñas sobre el brazo del sofá, me lamió y escupió mi culo, me dió una cachetada y empezó a embestirme tantas veces como quiso, mi nivel de excitación era tal, que mis gemidos debieron ensordecer a quienes estubieran escuchando. Y ya me puse de rodillas frente a él pidiéndo, diría mejor, exigiéndo mi leche, mientras me cogí las tetas, mis prefectas tetas, mientras me iba mamando los pezones. Hasta que al fin cayó esa deliciosa leche bien caliente por mis labios y mis tetas, parte la saboreé en mi boca con los dedos, chupándola de de los pezones y la restante me la extendí por esas mismas partes, dejándo así complacida a esta fanática de la leche y más no recordado haber probado antes una tan deliciosa.
Era mi nuevo compañero en el trabajo, pero al pasar tantas horas juntos, habían hecho química. No sabía mucho de él. Soltero, gastaba gran parte de su sueldo en motos y en viajes y vivía en un piso discreto, pequeño y minimalista. Aceptamos su invitación aquella tarde para tomar algo en su casa, pensando que me encontraría a alguien más, una novia o amiga especial con la que poder hablar, pero no fue el caso. Los miraba mientras hablaban y compartían alguna anécdota o como Dani le daba algún consejo. Me aburría. Y mucho. Tal era el aburrimiento, que en mi mente comencé a pensar en la opción de aquella tarde acabase con algún trío. No me gustaba, eso es así, pero a veces, la imaginación da más placer que lo real. Tal vez, mentalmente, me ausenté de aquella terraza donde estábamos sentados. Las mallas me quedaban más ceñidas que unos minutos antes y eso se debía a la humedad que había aparecido de golpe entre mis piernas. Tenía que parar. Me fui al baño con la intención de secarme, limpiarme y evitar que siguiera a más o el olor podría delatarme. Tenía un baño pequeño. Cuco, bonito, práctico, pero pequeño. Sentada, pensaba en como disimular esa primera mancha en la licra que no debería estar ahí. Pensé en asearme con toallitas húmedas, pero no veía ninguna, solo papel higiénico normal y corriente. Odiaba limpiarme, en momentos así, con papel, ya que se rompía y se pegaba a mis labios. Abrí uno de los dos únicos cajones que tenía el armario del baño, con la esperanza de ver alguna toallita. Mi sorpresa fue mayúscula. Medio escondido, pero visible por el tamaño reducido del mueble, vi las toallitas, al lado de una caja de condones y un libro. No me lo podía creer cuando vi el título. 25 historias para disfrutar en soledad de Mónica Leggins. Mi libro, aquel chico tenía mi libro y, por el marcapáginas situado en el capítulo seis, creo que ya había comenzado a leerlo. ¿Me habría relacionado de algún modo? ¿Sabría quién lo has escrito? ¿Él o yo sacaríamos el tema durante la tarde? Pensé en firmárselo, pero entonces sí o sí, me descubriría, pero me apetecía jugar. ¿Cómo hacer algo discreto y directo a la vez? Pensé en algo. Dado que estaba húmeda y el olor era tan característico, ¿Por qué no impregnar de fragancia aquellas páginas? Me pasé el dedo varias veces por el clítoris y, una vez húmedo, me lo secaba entre las páginas del libro, haciendo más énfasis en portada y contraportada. Guardé el libro donde estaba, me subí las mallas y fui a la terraza de nuevo. Me senté mirando a Juan, a mi lector, pensando ¿Sería hoy, su paja, diferente a días atrás?
Las luces del metro parpadean intermitentemente, creando un ambiente sugestivo en el vagón. Acomodada en mi asiento, siento el suave roce de mi vestido de seda contra mis muslos. Mis ojos se pierden en el vaivén de las personas a mi alrededor, y mi mente comienza a divagar, tejiendo fantasías incontrolables. En ese momento, mis pensamientos están lejos de la rutina diaria. Mi timidez se mezcla con una audacia oculta, y esa noche, en el metro, estoy decidida a hacer realidad una fantasía que ha estado en mi mente durante mucho tiempo. El vagón está lleno de pasajeros, y la idea de lo que estoy a punto de hacer me hace sentir una mezcla de nerviosismo y excitación. Con disimulo, dejo que mi mano descanse sobre mi regazo, y comienzo a acariciar suavemente mi muslo. Las luces tenues del metro ayudan a ocultar mi gesto atrevido, pero mis sentidos están alerta, conscientes de cualquier mirada indiscreta. Mi mente se llena de imágenes, de escenarios que solo he atisbado en mis sueños más atrevidos. Cierro los ojos por un instante y me imagino rodeada de desconocidos, cada uno ajeno a mi secreto. Siento el roce de sus cuerpos, la electricidad en el aire, y mis manos continúan su travesía, acercándose a lugares que solo unos pocos afortunados han explorado. La vibración del metro se suma a la excitación del momento, y no puedo evitar morderme el labio inferior para contener un gemido. Estoy envuelta en una lujuria clandestina, un placer que solo yo conozco. La adrenalina fluye por mis venas, y la idea de ser atrapada en medio de mi osadía solo agrega combustible al fuego de mi deseo. Mis dedos encuentran su camino, acariciando el encaje sedoso de mi ropa interior. Mi respiración se vuelve entrecortada, y siento el calor que emana de mi cuerpo. Miro a mi alrededor, buscando señales de que alguien más está al tanto de mi traviesa aventura, pero todos parecen absortos en sus propios pensamientos. Cada caricia es un suspiro contenido, un susurro a mis propios sentidos. Mis muslos tiemblan ligeramente, y mis caderas se contonean en respuesta a mis caricias íntimas. Siento el placer construirse dentro de mí, como una ola que se eleva lentamente, amenazando con arrastrarme. El metro se detiene en una estación, y mi corazón late con fuerza. Temiendo ser descubierta, retiro mi mano con cuidado y respiro profundamente. La puerta se abre, y veo a nuevas personas subir al vagón. La tentación de continuar es abrumadora, pero decido esperar. Después de todo, esta fantasía solo ha comenzado. El metro reanuda su marcha, y mi mente ya maquina nuevas travesuras para el próximo tramo del viaje. Cierro los ojos nuevamente y me dejo llevar por el placer que promete la noche. Mi cuerpo es un cómplice silencioso en esta aventura, ansioso por explorar territorios desconocidos y experimentar el éxtasis que solo puede provenir de la liberación de deseos secretos. La próxima estación se acerca, y sé que mi aventura debe esperar a otra oportunidad. Mis labios están entreabiertos, mi aliento agitado. El vagón se llena de nuevos pasajeros, y mi corazón late con una mezcla de deseo y excitación. Mi mente ya está planeando el próximo capítulo de esta atrevida travesía. A medida que el metro avanza, mis pensamientos vagan por terrenos prohibidos. Imagino nuevas formas de jugar con el misterio y la pasión, de explorar los confines de mi propia lujuria. La posibilidad de ser descubierta, de compartir este secreto con un extraño desconocido, añade un nivel de excitación que no puedo resistir. Miro a mi alrededor, evaluando a los pasajeros con ojos curiosos. ¿Quién podría ser cómplice de mis deseos más atrevidos? ¿Quién estaría dispuesto a compartir esta emocionante aventura en el subterráneo de la ciudad? Cualquiera podría ser el elegido, y esa incertidumbre es parte de la emoción. El metro se detiene de nuevo, y esta vez, mi resolución es firme. Mi mano se desliza discretamente entre mis piernas, encontrando el camino hacia la tentación una vez más. Cierro los ojos y me sumerjo en la sensación de placer que me embriaga. Mi cuerpo responde a mis caricias con una urgencia que no puede ser ignorada. A medida que mi excitación crece, mis labios se humedecen con el deseo. Sigo siendo la única consciente de la osada travesura que está ocurriendo en ese pequeño rincón del metro. La vibración del vagón se mezcla con los suspiros ahogados que escapan de mis labios, y no puedo evitar mirar a mi alrededor con ojos furtivos, buscando cualquier signo de complicidad en los rostros de mis compañeros de viaje. El placer es una marea creciente en mi interior, una ola de éxtasis que amenaza con arrastrarme. Sigo adelante, mi cuerpo se retuerce en el asiento mientras mis dedos encuentran el ritmo perfecto. Mi mente está embriagada, y las fantasías se suceden en ráfagas, cada una más audaz que la anterior. El metro llega a mi estación, y el suspiro final escapa de mis labios mientras mis dedos abandonan su tarea. Ha sido una aventura intensa y atrevida. Salgo del vagón, mis piernas temblorosas, y me mezclo con la multitud de pasajeros que siguen su camino. Pero en mi interior, sé que esta noche no ha sido un punto final, sino una pausa en una serie de experiencias que me llevarán a explorar cada vez más a fondo mis deseos más íntimos.
Era una tarde cálida, el sol se colaba por entre las cortinas, bañando la habitación en una luz dorada que invitaba a la intimidad. Me encontraba en el estudio de fotografía de Michael, un lugar que conocía bien por haber colaborado en varias ocasiones. Esta vez, sin embargo, la sesión prometía ser diferente. Michael, con su cámara en mano, me miraba con ojos expertos, captando cada ángulo de mi figura con una habilidad admirable. Su presencia era reconfortante, y su profesionalidad indiscutible. Pero, esa tarde, algo en el aire era diferente. Había una electricidad latente, una tensión sensual que se apoderaba de la habitación. A medida que avanzaba la sesión, los clics de la cámara se mezclaban con susurros de aprobación y palabras de aliento. Me sentía libre, confiada, y mi cuerpo respondía con naturalidad a las indicaciones de Michael. Cada pose, cada mirada, era un paso más hacia la exploración de mis deseos más íntimos. Poco a poco, el ambiente se cargaba de una energía magnética, y la distancia entre nosotros se volvía cada vez más estrecha. Sus manos, firmes y cálidas, me posicionaban con delicadeza, mientras su aliento rozaba mi piel, despertando sensaciones que se extendían por todo mi cuerpo. En un momento, nuestras miradas se encontraron y el tiempo pareció detenerse. En sus ojos, encontré un deseo que coincidía con el mío, una complicidad que nos unía en aquel juego de seducción. Sin palabras, sin necesidad de explicaciones, sabíamos que este encuentro trascendía la fotografía. Las barreras se desvanecieron y nos entregamos al momento. Sus labios encontraron los míos en un beso ardiente y apasionado. Cada caricia, cada roce, era una promesa de placer y complicidad compartida. Nos fundimos en un baile de deseos, explorando cada rincón de nuestra piel, dejando que la pasión nos guiara. La habitación se llenó de gemidos suaves y susurros de placer, como una melodía que componíamos juntos. Cada instante era una explosión de sensaciones, una sinfonía de placer que nos envolvía en su hechizo. La sesión de fotografía se prolongó durante horas, pero el tiempo se desvanecía en la nebulosa de deseo que nos envolvía. Cada clic de la cámara era como una caricia más, cada pose una invitación a explorar nuestros más profundos anhelos. Mi cuerpo se deslizaba con gracia y sensualidad por el estudio, mientras Michael, el artífice de esta provocativa coreografía, me dirigía con destreza y pasión. Cada mirada suya era un elogio, cada palabra un suspiro de aprobación. La tensión sexual que se había desatado entre nosotros era palpable, y a cada instante, se volvía más intensa. La ropa se convirtió en un estorbo que ninguno de los dos deseaba soportar por más tiempo. Después de incontables tomas, decidimos tomar un breve receso. Mientras yo me envolvía en una fina bata de seda que yacía cerca, Michael observaba mi figura con deseo en sus ojos. Me sentía vulnerable y poderosa al mismo tiempo, sabiendo que mi cuerpo era el objeto de su deseo y admiración. Nos sentamos juntos en un sofá, compartiendo una copa de vino tinto, mientras nuestros pies se acariciaban bajo la mesa. Las palabras eran innecesarias; nuestras miradas y sonrisas hablaban por sí solas. Sentía mi corazón latir con fuerza, anticipando lo que vendría a continuación. La pasión estalló con una intensidad arrolladora. Sus labios encontraron los míos en un beso que quemaba como el fuego, y nuestras lenguas danzaban en un juego sensual de deseo y lujuria. Sus manos recorrieron mi piel con avidez, deslizándose con maestría por las curvas de mi cuerpo. El sofá se convirtió en nuestro altar de pasión, y nos entregamos sin reservas a nuestros deseos más profundos. Cada caricia, cada mordisco, cada gemido, era una expresión de nuestra complicidad ardiente. La fotografía, que había sido el pretexto, se desvanecía en un segundo plano mientras nos sumergíamos en un mundo de sensaciones y éxtasis. Mis dedos se enredaron en su pelo mientras me dejaba llevar por las olas del placer que él generaba. Él, a su vez, me sostenía con firmeza, llevándome al borde del abismo una y otra vez. Era como si nuestras almas se hubieran entrelazado en una danza erótica y eterna. La habitación resonaba con nuestros gemidos y susurros, como una melodía de seducción que llenaba el aire. Cada roce, cada beso, cada mirada, nos empujaba más allá de los límites del placer conocido. Finalmente, agotados pero saciados, nos recostamos juntos, nuestras respiraciones entrelazadas en la calma que sigue a la tormenta. En ese momento, supe que aquella sesión de fotografía había trascendido los límites de lo profesional, convirtiéndose en un encuentro apasionado que guardaría en mi memoria para siempre.

Para nuevos mensajes privados
Cuando los modelos están en directo
Regístrate para aprovechar el token VIP.
Estos tokens VIP te permiten ver los contenidos VIP (vídeos o fotos) del modelo que elijas. Accede a la página de perfil de un modelo para ver su contenido multimedia o descubrir nuevos contenidos VIP en las secciones "fotos" o "vídeos".
Al registrarte, en cuanto valides tu dirección de correo electrónico, te ofreceremos un vídeo VIP.
También puede conseguir vídeos VIP gratuitos si eliges la forma de pago "BEST VALUE".