EmmaRiveraa

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La noche respira lentamente, como si sintiera tus pasos acercándose. La penumbra se vuelve cómplice, y mi piel anticipa tu presencia como la tierra espera la lluvia. Tu cercanía agita el aire; tu voz, baja y cercana, se funde con mis pensamientos, mezclándose con el ritmo que me atrae hacia ti. Aquí, no hay relojes, solo el pulso compartido, la música tranquila de nuestra respiración, y ese instante suspendido cuando la tentación deja de ser una promesa y se convierte en verdad..

El vino en tu copa tiembla cuando me miras así, como si mis labios fueran un secreto y tú, la confidente perfecta. Hablamos de todo, nos reímos de todo, pero bajo la superficie comienza a formarse otro lenguaje. Toma un sorbo, el rojo del vino se hace eco del calor de su boca, y la distancia entre nosotros se disuelve lentamente, hasta que el aire se siente demasiado delgado para las palabras

.

El sol se ha ido, pero tu sombra permanece, trazada sobre mí como un recuerdo invisible. Recuerdo la forma en que tu presencia se trazó a través de mis pensamientos, cómo tu mirada dejó chispas silenciosas debajo de mi piel. Cierro los ojos y vuelvo allí, no a través del ruido, sino a través del silencio ardiente que dejaste entre mis costillas. En el espejo no me veo a mí misma, sino el eco de tus ojos, esa línea que me recuerda que fui tuya, y lo volveré a ser..

Te acercas, y el aire cambia. No es perfume, es el calor que te rodea, el rastro que permanece en el aire mucho después de que te hayas ido. Tu mano roza la mía por casualidad, y el mundo se hace más pequeño, reducido a ese instante de reconocimiento. La conversación continúa, pero solo escucho el temblor tranquilo de tu voz, el sonido que deshace cada nudo dentro de mí. Cuando te vas, el aire todavía arde suavemente, y me encuentro buscándote en cada sombra, en cada rincón de mi pensamiento.

Nuestros ojos juegan un juego silencioso, moviendo piezas invisibles que nos acercan sin escapatoria. Tu risa rompe mis defensas, tu cercanía se siente como un susurro en el borde del tacto. Todavía no hay beso, solo ese calor creciente, ese pulso entre los latidos del corazón, esa urgencia que convierte el mundo en ruido de fondo. Y cuando, finalmente, tus labios encuentran los míos, no es un beso, es el sello final de un pacto escrito desde la primera mirada..

No me tocas y, sin embargo, te siento. Es la forma en que me miras, la forma en que el aire se vuelve denso entre nosotros, lleno de palabras no dichas. Te inclinas cerca, tu voz rozando el borde de mi oído como una brisa que lleva todo significado que no podemos decir. No se necesita más, porque sé que la distancia es frágil, y que cualquier momento, incluso el silencio mismo, podría dejar que todo lo que hemos escondido se derrame en la noche.